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Fábula de Pla Ventura

DESENCANTO

  • Número de capítulos publicados: 100
  • Publicación semanal cada miércoles
 
  Publicación del próximo capítulo: miércoles 09/10/2024  
 
   DESENCANTO: Capítulo # 11 25/11/2009
  EL DÍA QUE APUÑALARON A DANIELA  

L

uz seguía saboreando el dulce manjar que para ella suponía la carta que Luís le había dejado escrita. Con aquella ilusión transcurrían sus días y, hasta en la casa, su alegría era manifiesta. Su madre, obvio, estaba feliz; no acertaba a comprender que, por las causas del “trabajo” su hija estuviera tan  radiante; por un lado le parecía normal y, por otro, la señora intentaba desmenuzar el asunto  porque, en realidad, jamás hubiera creído que, un trabajo pudiera resultar el remedio para todos sus males.

- Hijita, llevas una semana en el trabajo – le espetó la madre – y te veo más contenta que nunca, totalmente cambiada; parece que, en ese hotel te estaba esperando la felicidad.

Como quiera que madre sólo hay una en la vida y, la misma es la que conoce a sus hijos como nadie en el mundo, doña Liliana, sabedora de las “miserias” con las que tuvo que combatir junto a su hijita, le parecía raro que, en tan poco tiempo, el cambio en la persona de su queridita hijita, pudiera haber sido tan grande. Tampoco quería objetar nada la señora; veía dichosa a la personita que había parido y, con ello, le bastaba y le sobraba.


La capilla de San Antonio donde habitualmente suele orar doña Liliana

- Mamita: - dijo Luz - Es cierto que, en ese hotel, he conocido la felicidad; el trabajo me gratifica mucho, me tratan como jamás creí que pudiera ser el trato en un trabajo, me siento respetada al tiempo que, a diario, también  siento el afecto de los clientes que, al comprobar los detalles que tengo en lo que a la limpieza de las habitaciones, todos me gratifican; cuando menos, los que pasan varias noches en el hotel que, por supuesto me conocen. No me importa el horario; ya viste que, hace unos días, pasé día y noche en el hotel; todo sea por la causa del respeto que me entregan y, ante todo, porque gracias a este esfuerzo, ya no me siento una carga para ti; me siento segura y, el hecho de que puedo ayudarte en todos los gastos de la casa, con ello me basta y me sobra para sentirme un ser útil a la sociedad y, mucho más, a tu persona que es a la que más quiero en el mundo.

Tras semejante “disertación” por parte de Luz, doña Liliana quedó muy satisfecha y, de repente, abrazó a su hija. “¡Cuánto te quiero, mi hijita!”

Todo discurría por los senderos más lindos; el trabajo le llenaba de vida, el trato que le daban le embelesaba y, de alguna manera, hasta creía que el amor había llegado a su vida en la persona de Luís Arango. Como amuleto para su alma, Luz solía llevar siempre en el bolso la  hermosa  carta  que el diestro le dejara días atrás en la mesita de la habitación del hotel; para ella, aquel papel era todo un talismán; en su fuero interno, hasta sentía que era la proclama de amor más sentida por parte de un hombre hacia la mujer amada.

Llegó Luz al hotel bajo un día radiante; no llovía y el sol parecía iluminar los pasos de la muchachita. Como siempre, le recibieron de forma cariñosa. Claro que, lo que ella no sospechaba era que, un fatal incidente les resquebrajaría el alma y le dejaría el cuerpo maltrecho.

Estaba Luz en plena tarea de limpieza, sonriendo, cantando, creyendo que, en dicho centro hotelero, había encontrado todo; incluido, como se presupone, un motivo para vivir. Si el trabajo le daba una dicha enorme porque hacía lo que amaba y, ello certificaba que se estaba condenando al éxito; y si,  aún más, a todo  esto le añadimos que, para Luz, el amor estaba junto a su puerta, es válido afirmar que  no cabía más dicha dentro de su ser. Pero un grito desaforado en la habitación contigua la sobresaltó; quedó casi petrificada  porque no entendía nada. Gritos de socorro de una voz resquebrajada la sacudieron y, no pudo hacer otra cosa que solícita, correr hacia la habitación de al lado; estaba la puerta abierta y, mientras ella entraba, un tipo encapuchado la    empujó,  lanzándola al suelo mientras  éste salía corriendo; nada pudo hacer por detener al individuo. Se levantó como pudo, entró en la habitación y vio a una compañera sangrando. Todo su cuerpo estaba repleto de sangre; el tipo le había asestado varias puñaladas y, la más grave la tenía en el cuello; faltó poco para que le seccionara la yugular. Luz, maltrecha aún  por el batacazo del empujón que aquel tipo le había propinado, intentó ayudar a la compañera; tapó con sus manos la mortal herida, como mejor pudo y empezó a gritar desaforadamente; ¡Socorro! ¡Llamen a un médico¡ llamen a una ambulancia! ¡Vengan todos! ¡Por favor!   Seguía gritando Luz enloquecida.

Pocos segundos más tarde, Daniela, que así se llamaba la compañera atacada, era asistida por otros compañeros y, por un médico que se encontraba hospedado en el hotel y, rápidamente, a instancias del galeno  la trasladaron a un hospital; había perdido mucha sangre y, tenían que intervenirla inmediatamente de tan brutales lesiones. Mientras la  bajaban hasta la ambulancia, Daniela había perdido el conocimiento; tan brutal era la  pérdida  de sangre que había sufrido, que de toda ella quedó empapada Luz. La escena era dantesca. Los altos mandatarios del hotel, con el gerente a la cabeza, se personaron en la habitación y, entre todos, trataron de consolar a Luz que, obviamente, ante lo que había visto, estaba destrozada; apenas podía sostenerse en pie; el macabro incidente la  dejó sin aliento. Era presa de sus propios nervios; apenas articulaba palabra; sentía que se desmayaba. Tenía todos los síntomas del que vive un trance así, tan peligroso y amargo; su pena  más grande era no haber podido evitar la tragedia de su pobre compañera apuñalada, aún  con el riesgo de perder su vida.

El doctor Galera, que previamente había atendido en las primeras curas a Daniela, atendió también a Luz que, derrotada en su cuerpo y en su alma, no cesaba de llorar; según el doctor, estaba sufriendo un ataque de pánico del que, se recuperaría muchas horas más tarde. La dirección del hotel hubiera querido conversar con Luz para tratar de esclarecer el incidente lo más pronto posible pero, su estado no era el más apropiado para responder; ni para pensar ni evaluar. Cuando ya estaba más tranquilizada, fue el gerente el que con su automóvil la llevó hasta su casa; ella no tenía aliento para nada y, mucho menos, para emprender la dura jornada.

El gerente, ya en casa de Luz, le explicó a doña Liliana lo sucedido y, de alguna manera, trató de tranquilizar a la señora. Pero tuvo que hacerlo rápido porque, la madre, cuando contempló el rostro de su hijita que estaba blanco como una bella paloma,  y en compañía de este hombre que no conocía, y todo su uniforme empapado en sangre se asustó tremendamente.

-Tranquila, señora, por favor que Luz está bien; la sangre no es de ella. Yo soy el gerente del Sératon. –Dijo aquel señor- Ha habido un triste incidente en el hotel y su hija, lamentablemente, ha sido testigo de todo cuanto ha ocurrido. Hirieron de arma blanca a una compañera y su hija la   ha ayudado; ha sido casi  una heroína  porque se ha jugado la vida por defender a  su  compañera; para nosotros, una hazaña digna de mención que, como comprenderá, la escribiremos en nuestro libro de humanidades. Tranquila que, antes de venir, la ha  visto un médico y, lo único que se la ha diagnosticado ha sido un ataque de pánico; algo muy normal cuando has visto una escena tan dantesca y horrible como la que ha tenido que afrontar su hijita. Pero no sufra que, mañana, con el permiso de Dios, su hija ya estará bien.

-Gracias, señor –repetía una y otra vez doña Liliana- Que Dios se lo pague, ha sido usted muy generoso  con mi hija.

Mientras el gerente y doña Liliana conversaban, Luz había quedado tendida en  su cama; todo le daba vueltas. Sentía unos mareos inmensos que llegaban hasta las náuseas.

Una vez que se había marchado el gerente, la madre se dedicó en cuerpo y alma a su hija. La  cuidó, la mimó, le dio todos los remedios caseros a su alcance y, hasta se puso a llorar de la propia emoción; a su hija prácticamente no le había sucedido nada pero, tras contarle Luz toda su versión, la señora pensaba, ¿cómo estará Daniela? Su bondad eran tanta que, sin conocer a Daniela, lloraba por ella; el hecho de que fuera compañera de su hija, para ella, eran atributos más que suficientes para quererla y, tal  como hizo, para  rezar por ella, por su salud y pronta recuperación.

Mientras en el hotel, la policía, seguía investigando para esclarecer los hechos y, ante todo, para detener al delincuente.

Días más tarde, los agentes de la ley pudieron detener al culpable y, la sorpresa de todos no fue otra que saber de quién se trataba.

¿Quién era el que apuñaló a Daniela?

 
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  Autor: Nilda Machado. 27/11/2009
  Luís:

Del Romanticismo a la Tragedia...

¿Qué puedo decirte?

Acertaste, al introducir un poco de suspenso a la historia...sin duda, de allí partirán otros sucesos que nos pondrán en expectativa a todos los que seguimos tu apasionante novela...

¡Genial!

Mis bendiciones.

Nilda Machado.


 
  Autor: noelia 25/11/2009
 
Querido Luis,

Vaya giro sorprendente que ha cogido
la novela!!!
No esperaba este intento de asesinato
al más puro estilo de novela po-
líciaca.

Y quien será el asesino???

Nos dejas en ascuas como vienes ha-
ciendo ultimamente. Parece como si
quisieras jugar con tus lectores.
Eres malo Luis!!! muy malo.

Bueno, bromas aparte, me gusta la
novela y estoy muy interesada en lo
que va suceder.
Sólo que aquí hay que esperar una semana para saber.

Cuando estas en casa y una novela se pone al rojo vivo te quedas le-
yéndola hasta terminar aunque te den las dos o las tres de la madrugada.
Pero aquí, Luis, tenemos que espe-
rar. Bendita paciencia!!!

Te quiero Luis,
Noelia.
 
  Autor: ALINE 25/11/2009
  Que susto tan tremendo debió llevarse Luz, además pienso que es demasiado valiente.
Felicitaciones señor Luis Ventura, has logrado dejarnos a la expectativa del próximo capítulo.
 
  Autor: norma alicia 25/11/2009
  Ohhhh que triste.. que difícil debe haber sido para Luz , ver ese espectáculo, ...Maestro.. ahora da un vuelco esta novela, nos deja en vilo, durante una semana, esto debe de haber sido causa de un ladrón, que quiso robar las pertenencias de algún cliente del hotel y ésta porbre Daniela, estaba en el momento equivocado, en el lugar equivocado, ummmm seguiremos pensando que ha pasado..bien Maestro muy bien todo da un vuelco.. vaya!!! está usted cada vez mejor... ahora suspenso biennn!! un saludo cariñoso y un cita el próximo miércoles. norma  
  Autor: José Luis 25/11/2009
  No Luis... ¡No! Me has dejado en vilo, mira que no desvelar al homicida. Esta semana va a ser más larga; en vez de siete, perecerán diecinueve días hasta que llegue el próximo miércoles. Eres genial Luis.  
  Autor: Cristina 25/11/2009
  ¡ Luis !


¡ Qué bueno ! .... ahora aparte del componente “romántico” ... tenemos un componente policial ... de suspenso ....

¡ Ésta novela cada vez se pone mejor ! ... y cada vez se hace más insoportable esperar al capítulo siguiente .... ¡ Deberías publicar más de un capítulo semanal ! .... ¿ no te parece? .... ¡ JA JAJ A!

¡ Che ! ... ¿ quién apuñalo a la compañera de Luz ? ... No me vayas a decir que es el torero .... porque se me viene el alma al piso ...

¡ JA ! ... mejor que sea el gerente .... ¿ sí ?. Ese tipo en este capítulo la va de bueno ... pero ... no se .... ya te dije que no me calló bien desde el principio.

¿ Ó habrá sido una ex - enamorada de Arango ? ... que “celosa” por la nueva relación del diestro ...

Ó ... ¿ por qué no un “enamorado” ? .... No, no ... mejor no .... Los amores "imposibles", por lo general ... tienen un trasfondo muy doloroso.

¡ Ufa ! ... ¡ esto es lo peor que podés hacer ! .... ¡ Dejarnos con la intriga ! .... ;-D

Bueno, te dejo un beso amigo ... y .. ¡ apurate con otro capitulito ! ... ¿ OK ? ... ¡ qué la novela “debe continuar” ! ... y ... ¡ cuánto antes mejor ! ... ¿ Cierto ?.

Cris