E ran muchas las emociones que El Mago estaba sintiendo y, dentro de su corazón él albergaba la oscura idea de que tal vez, todo esto que estaba viviendo no fuese realidad; por esto, recurría una y otra vez al consabido truco, de tocarse y pellizcarse la cara frente al espejo, para cerciorarse que era este, actual y maravilloso presente, su concreta realidad.
Rodolfo Martín ha sido un hombre muy castigado por la vida y tal, como él confesara tantas otras veces, solo su fe en Dios le evitó males mayores.
Y parece ser que, tenía que ser Colombia su tierra prometida; porque desde que Dios le salvó su vida, su signo cambió por completo.
Dios no solo le tendió una mano, y lo salvó de perecer en aquella horrible tragedia del avión, que se cobró la vida de su amigo Luis Arango, la amada y la cuadrilla de éste y la de muchas personas más, sino que aparte, de éstas tremendas desgracias, ÉL también le ha proporcionado satisfacciones importantes -tras su recuperación del accidente-. La multitudinaria y exitosa rueda de prensa que tuvo; y, que gracias a esos medios televisivos, ahora es conocido en todas partes. La visita del Presidente de Colombia, que no sólo estuvo junto a él, oportunamente en el hospital, sino que ahora lo condecora y para rematarla, un empresario taurino, que quiere contratar su talento para exhibirlo en las dos plazas de toros más importantes del país. Incluso, hasta ha tenido el placer de saborear el amor junto a Judith.
Todo un mundo de sensaciones que hacen de Rodolfo un hombre nuevo e ilusionado ante la vida.
Mientras se fumaba uno de sus puros, llaman a la puerta de la habitación.
-Don Rodolfo, - le dice un empleado del Sératon - hay un señor en el hall que pregunta por usted. Me dice si es usted tan amable de bajar para recibirlo; ó, si por el contrario, sube él para entrevistarse con usted. Dice llamarse Ramiro Carmona Carrasco.
-No, por favor: dígale que bajo yo de inmediato. Lo estaba esperando. –Contestó el diestro mexicano al empleado-
Aunque Rodolfo procuraba disimular, la emoción lo vencía. Sabía que, tras aquel encuentro, cabía la posibilidad de que volviera a torear y, además, en un país que no era el suyo, pese que era una auténtica novedad para los aficionados colombianos. Entre la emoción y la expectación, así estaba viviendo aquellos momentos para él inigualables.
El Mago se sabía artista, nada más cierto; pero conocía sus limitaciones como hombre de negocios y, ese era su temor ante la oferta que dicha empresario pudiera hacerle. Al respecto, en Colombia, estaba huérfano de apoderado y, esa labor la tenía que hacer él, algo que no le gustaba para nada pero, no cabía otra alternativa; era, ahora o nunca.
Rodolfo, sólo había visto al empresario aquella única vez. La vez, en que Carmona Carrasco lo visitó cuando él estaba aún convaleciente en el hospital; pero, él no olvidaba una cara así que estaba seguro de reconocerlo.
De todas maneras, no hizo falta que lo hiciera, ni bien llegó al hall central del hotel, un hombre, vestido de señor, se le abalanzó y le dijo:
-¡Buenos días Rodolfo! Soy Ramiro Carmona Carrasco. ¿Me recuerda?
- Sí, por supuesto. Encantado de volverlo a ver Ramiro. No hace falta decirle que yo soy El Mago ¿Cierto?
Y ahí nomás, sin perder tiempos en preludios Carmona Carrasco fue derecho al grano.
-Mire, Rodolfo, - comenzó introduciendo - como le dije telefónicamente, quiero organizar dos corridas de toros en mis plazas emblemáticas de Bogotá y Cali. Se trata de dos festejos muy carismáticos y de una relevancia especial; todavía no estamos en la temporada pero, su nombre presagio que tendrá todo el tirón del mundo en las taquillas y, por dicha razón quiero contratarlo. No soy un hombre caritativo como usted que, como pude saber, sus emolumentos crematísticos recibidos por sus declaraciones antes los medios de comunicación del mundo, los donó usted para los niños desvalidos de Cali, algo que le agradezco como colombiano que soy, pero en cuanto a las organizaciones que llevo a cabo, estoy aquí para ganar dinero y, su persona, maestro, en este momento es un filón para mi negocio. ¿Qué le parece esto que le digo?
-Más sinceridad, como usted ha dicho, es imposible. Ahora hablaremos del dinero pero, ¿sabe una cosa? Lo que más me preocupa ahora mismo es la clase de ganado a lidiar. Piense usted que tenemos que hacer las cosas con todas las garantías del mundo. Yo no puedo enfundarme el traje de luces sin tener una posibilidad de triunfo y, como usted sabe, los toros son un factor determinante para el éxito; si el toro no ayuda, por mucho que se esfuerce el torero, el fracaso está asegurado. ¿Verdad? Se lo digo porque, antes de que empecemos hablar muy en serio del dinero a percibir, tiene que firmarme usted que, tanto en Bogotá como en Cali, los toros tienen que ser de la Ganadería del Espíritu Santo, los bicornes propiedad del maestro César Rincón que, como he podido saber, son animales de muchas garantías a la hora del éxito.
-Para ser usted mexicano, Rodolfo –prosiguió el empresario- está usted muy bien informado de la casta y valía de los toros del maestro Rincón que, como usted dice, son ejemplares predestinados para el éxito. Como quiera que yo sospechara que usted elegiría dichos toros, ya tengo hablado al ganadero y, no hay problema alguno. Tiene dos corridas en el campo con una hechuras bonitas que, cuando usted los vea, le van a encantar; son toros para el triunfo, el que usted necesita y anhela; le recuerdo que, junto al triunfo ganamos todos, yo el primero. O sea que, el primer escollo, lo tenemos salvado. Respecto a los que serán sus compañeros, ¿tiene usted preferencia por alguien en especial? |