A llí estaba, sentado a aquella mesa, Rodolfo dispuesto para responder a todas las preguntas de los periodistas; era, sin duda alguna, el centro de atención en aquellos días. Las connotaciones de su contratación, su viaje casual y milagroso a Colombia y, más tarde, el éxito obtenido, eran argumentos que le colocaban en primera línea de salida, en lo que a popularidad se refiere.
Concitó Rodolfo una expectación tan grande, que sólo podría compararse a la que los cantantes de moda, llevan a cabo. La sala era inmensa y, allí dentro no cabía un alfiler. Si pocas horas antes El Mago había llenado por completo el coso de Cañaveralejo, abarrotar la sala era lo propio ante un hombre que se había aliado con el éxito para uso y disfrute de los aficionados caleños.
Judith se había sentado a su lado; sus manos estaban entrelazadas; la imagen resultaba conmovedora. Cámaras de televisión inmortalizaban el momento; los flases seguían disparándose y Rodolfo ya estaba dispuesto para las preguntas de todo el mundo. Se había programado un orden para las preguntas y, como quiera que había muchos periodistas, el coordinador de la rueda de prensa había decidido que, a lo sumo, un par de preguntas por cada reportero. Aquello barruntaba que se demoraría más de lo debido; pero es el precio de la fama, en este caso, la consecuencia de un éxito legítimo que, además de haberlo disfrutado en la plaza, El Mago aquí, en la sala de prensa del hotel, también tenía derecho a saborear, pese al gran esfuerzo que todo ello le suponía.
Comenzaron las preguntas.
- Rodolfo: ¿Qué ha sentido usted, esta tarde, al indultar a su enemigo llamado “Buenasuerte”?.
- Justo eso, la buena suerte que he tenido desde que milagrosamente llegué junto a ustedes. Ha sido un toro de franca embestida que me ha permitido lucir toda la magia que Dios me ha dado y, además de sentirla para mí, exponerla para disfrute de todos ustedes.
- Llegó usted y besó el santo, solemos decir por aquí cuando un torero alcanza el éxito de forma tan pronta y rápida. ¿ Cierto ?.
- Más que besar el santo como usted ha dicho, lo mejor de todo es que me vino Dios a ver desde el primer momento en que “aterricé” junto a ustedes. Yo soy el más puro milagro en mi existencia. Estaba sentenciado a muerte y, por fortuna divina, con bendición de Dios, hasta estamos ahora hablando de mi gran éxito. Acá, junto a ustedes, beso el santo, claro; pero me arrodillo ante Dios que es lo que hice y haré todos los días de mi existencia.
- ¿Qué tiene usted, maestro, para haber agotado todo el boletaje en nuestra plaza y, precisamente, en fechas en que todavía no ha llegado la feria de Cali?.
- No crea, el mérito no es mío; viene todo de “arriba”. ¿Sabe?. Yo llegué de forma casual a Colombia para acompañar a mi amigo Luís Arango y, ya vieron ustedes como se dieron los hechos. Es cierto que, haber salvado la vida me proporcionó mucha popularidad que, como se ha demostrado, el señor empresario ha sabido aprovechar para celebrar el festejo del que hemos salido triunfadores.
- ¿Por qué pluraliza usted, maestro, si el único triunfador ha sido usted en la plaza?.
- Cuando digo “hemos” me refiero a todos los que han participado en la organización del festejo; yo solo no sería nada; han sido muchas personas las que han participado en este evento y, todos juntos hemos logrado la rotundidad del éxito; hasta los toreros colombianos que no han tenido suerte con el juego de sus toros, para ellos mi gratitud y mi respeto puesto que ellos han sido parte activa de este acontecimiento singular y de tanta relevancia.
- Es sobrecogedor, maestro, las veces que usted ha confesado que no le importaría morir en una plaza de toros. Ciertamente, ¿ lo dice convencido o es un arma para vender mejor su “producto”?
- Es muy cierto y, esta tarde hubiera sido la ideal para ello; si “Buenasuerte” me hubiera matado, sin duda alguna hubiera alcanzado la gloria más insospechada; morir creando arte, sin duda, no creo que exista muerte más bella; claro que, de haber sido como digo, ahora no estaríamos conversando con ustedes. – Y soltó una carcajada – .
- Nos ha impresionado, Rodolfo, que saliera usted vestido con traje de plata cuando, como sabe, el traje bordado en oro es el natural de todo torero. ¿ Tiene usted algún motivo especial para ello ?.
- Ninguno. Pero vestirme de tal modo, como los propios subalternos o banderilleros, me recuerda a cada momento que soy un hombre humilde; que el oro no tiene que brillar en mí ser porque vengo de los ancestros más humildes y, esa lección debe de vivir siempre conmigo. Jamás consentí que el oro brillara en mi persona; dentro de mi ser tiene que brillar la humildad que es el valor que aprendí de mi señora madre. |