G abriel Asunción Juárez, el célebre novelista colombiano había quedado prendado con las palabras de Rodolfo Martín; sentía que la vida de éste, podía ser un excelente argumento para su próxima novela. Hacer un relato biográfico de tan celebrado artista mexicano, era lo que fluía dentro de su corazón.
Asunción, es autor de célebres novelas como RECORDANDO A MAMÁ, EL AMOR COMO META, NADA ESTÁ PERDIDO y, otros muchos títulos más, esparcidos por el mundo.
Tras conocer al Mago, el escritor quedó embelesado con la vida de este hombre y, sentía la necesidad de conversar con él de manera más extendida, para hilvanar una novela de corte taurino, pero con profundas raíces en el alma humana del personaje.
Rodolfo Martín era una persona con mucho “personaje“ dentro de su ser, razón de peso para que el novelista se interesara –seria y profundamente– por su vida.
Habían pasado pocos días desde que se vieron por vez primera cuando , Asunción escuchó que alguien llamaba a su puerta. Al abrir su sorpresa resultó mayúscula; si bien lo esperaba, no podía creerlo, era El Mago y estaba ahí, de pié ante él. Ambos personajes se cautivaron al unísono, de ahí el celebrado encuentro que en dicho instante estaban teniendo.
¡Adelante, amigo!. ¡Pasa, por favor! –dijo Gabriel Asunción Juárez–
-Maestro Asunción –dijo El Mago– disculpe mi atrevimiento por venir a perturbar su paz, pero me dijo usted, la otra noche, que era su interés narrar algún pasaje de mi vida y, aquí me tiene. Personalmente, no creo que mi vida le pueda interesar mucho porque es una existencia muy normal, la propia de un torero que ha estado muchos años buscando la gloria y como ya ha visto usted, la más grande la he logrado en los últimos años de mi vida y, precisamente, junto a ustedes, en esta Colombia a la que tanto he aprendido a amar, en este breve tiempo que hace que estoy en este país.
-El honor es mío -sentenció el escritor- de tenerte en mi casa. Debes saber que soy un gran aficionado a los toros; es más, me fascina este arte y gracias a ti presagio que podré escribir mi primera novela taurina. Fui amigo de grandes toreros colombianos, de forma muy concreta, de un gran señor que sospecho que tú no tuviste la fortuna de conocer y que se llamaba Pepe Cáceres, el diestro de Tolima que, para mi tristeza, hasta fui espectador de la corrida en la que perdió su vida este maestro en Sogamoso; un toro asesino le partió el corazón y como te contaba, presencié aquella tragedia. Yo creo que en aquella oportunidad, Colombia entera lloró a aquél diestro singular. Mi afición a los toros, como podrás apreciar ya viene de lejos en el tiempo. También disfruté de la amistad del maestro César Rincón y por supuesto de otros muchos diestros colombianos y, todos ellos, sin distinción cuentan, con mi respeto y mi cariño. Y perdóname, Rodolfo, pero yo apenas te conocía; muy poco había escuchado hablar de ti. Pero ahora, la fortuna ha querido que tenga el gusto de conocerte y, también la dicha de haber podido comprobar, que eres un gran artista dentro del ruedo.
-Gracias, Gabriel –agradecía El Mago– es usted muy amable al invitarme a su casa. Mi gratitud más sincera es para usted porque, a su lado, a no dudar, aprenderé –a partir de este encuentro– muchas cosas nuevas y como quiera que he decidido quedarme un tiempo más junto a ustedes, con toda seguridad que podré contarle pasajes de mi vida para que, si a usted lo inspiran, pueda narrar su novela de tema taurino con hondo corte humano -cómo me ha dicho–. Me llena de orgullo la posibilidad de ser su inspiración para esta novela. Yo soy un hombre humilde y, poco le podré aportar a usted, que ya no sepa , sin embargo mis vivencias, espero que le sirvan para desarrollar su creatividad que, a no dudar, una novela taurina brotada de sus manos y sentidos, con toda seguridad extasiará a todos los aficionados a esta maravillosa fiesta extrapolada por España, al mundo.
-No te quepa duda, que para mí, es un alto honor el que me haces, Rodolfo. Siempre tenemos un motivo para aprender y, a tu lado seguro que me inspiraré como nunca antes lo había hecho. Tu verbo contagia, amigo. Me encanta escucharte; para mí, Rodolfo, eres como un libro abierto. Es más, he leído todo lo que la prensa colombiana ha dicho de ti y, tu vida me parece tan apasionante como hermosa. Y sí, tendremos que encontrarnos varias veces puesto que tu vida merece toda mi atención, para escuchar de tu voz lo que han sido cada una de tus extraordinarias vivencias.
Como te decía antes, soy un buen aficionado a los toros, pero mi dicha mayor sería, en estos momentos que me cuentes los pasajes íntimos, de tu existencia, de la humanidad con la que ha discurrido tu vida puesto que, profesionalmente, puedo averiguar todo de ti y así ya darme por enterado que: eres un artista incomprendido al que vilipendiaron injustamente en México, que nunca fuiste escuchado ni convocado, como hubiera tenido que haber sido por el empresariado taurino y un torero, que lo dio todo por la causa de su arte. |