I ngrid y Rodolfo, se sentían sorprendidos por todo, lo que en tan breve lapso de tiempo, les estaba pasando. Les resultaba difícil dar crédito a todo lo bello que ambos vivían.
Aquél día en que ella se acercó al destacado maestro para saludarlo y, como si de un milagro se tratase, ahora estaban juntos; es más, ella se sentía, totalmente protegida por El Mago.
Ambos llevaban, desde hace unos pocos días, una convivencia en calidad de amigos y, desde que El Mago le propuso a Ingrid tomar su alternativa, él no se separaba, ni un segundo, de ella. Rodolfo, se sentía muy feliz de tenerla tan cerquita de si, en el hotel.
Él ya había hecho las averiguaciones, sobre la posibilidad de la corrida bogotana, con el empresario de la plaza. Y ya había logrado, que aquél le confirmara la fecha, de este “acontecimiento del año“ en Colombia, respecto a los toros.
Morenita de Bogotá, tras algunos años sin torear, se doctoraría en la histórica y mudéjar plaza llamada Santa María de la capital colombiana, todo un suceso que, a buen seguro, despertaría las ilusiones de todos los aficionados colombianos.
Habían pasado tan solo un par de días, desde que Rodolfo le propuso a la muchacha doctorarse junto a él, en la plaza capitalina y, pese a tan corto espacio de tiempo, ya había quedado todo solucionado.
La alegría para ambos era desbordante.
Ellos, ya se sentían haciendo el paseíllo en la plaza bogotana.
Ingrid sospechaba que todo lo que estaba aconteciéndole era un milagro; o quizás la propia magia del Mago que, con sus actitudes era capaz de lograrlo todo.
Una vez resuelto el tema de la contratación y el cartel definitivo, el diestro quiso conversar con Ingrid.
-¿Estás contenta, Ingrid? – le preguntó El Mago-
-Muchísimo, Rodolfo. Es la alegría más grande que me han dado en la vida. Dios ha propiciado que nos encontráramos para que se produjera todo este bello milagro; y, si en verdad todo esto fuera un sueño, Mago querido, yo no quiero despertarme jamás.
-¿Cómo podré alguna vez agradecerte todo esto, amigo del alma?
No tengo palabras, no tengo acciones, no tengo nada; sólo tengo, Rodolfo, una gratitud inmensa hacia tu bello ser, el que le pido a Dios que te conserve durante muchos años.
Sentados como estaban en aquella cafetería degustando un riquísimo café colombiano, en un arrebato, Ingrid se abalanza junto al Mago y, le dejó un beso en sus labios.
Rodolfo quedó anonadado; sin fuerzas casi, para responder; y a la vez se sintió tan feliz, como cuando días atrás, en un paseo por la ciudad, Ingrid lo tomó de la mano.
El diestro no acertaba a comprender la actitud de la torera; sería, quizás gratitud hacia su persona, sentimiento que se notaba que le brotaba del fondo del alma a la hermosa colombianita.
Y no es menos cierto que El Mago estaba un poco inerte, falto de reacción; porque algo nuevo notaba él que jamás antes había sentido; y era bello porque él en cuestión de amoríos, fue siempre el “rey de la legua” tal como lo era en su profesión.
¿Estaría llamando el amor, a la puerta de su corazón, en la persona de Ingrid?
-Siento que se me sale el corazón del pecho – dijo Rodolfo- .
-Mago –dijo ella-, todo lo que por ti haga me parecerá muy poco; me fascinas como torero y, al tratarte como hombre, al comprobar tu calidad humana, me has conquistado para siempre. En las noches, amigo, me las paso rezando, para agradecerle al Altísimo esta dicha que siento. No puede ser de otro modo. Siento que me vino Dios a ver el día que te encontré.
Bendigo el momento que se me ocurrió saludarte.
Ahora, gracias a ti, tengo ganas de vivir; como sabes, hasta pensé en el suicidio. Tu compatriota Silveti así lo hizo; no encontraba sentido a su vida al ver que no podía torear y, a mí me estaba sucediendo un poco lo mismo. Sin haber triunfado, sin amores, sin hijos, sin padres, sin amigos… Muchas veces me pregunté cuál era mi misión en la vida y, lo peor de todo es que no encontraba respuesta. Y entre tantas decepciones, Mago, llegaste tú a mi vida; aunque en realidad fui yo la que te busqué y, tras hallarte, siento que ahora soy muy afortunada.
-Ambos, Ingrid –dijo El Mago, posando suavemente el dedo índice de su mano derecha, sobre la boca de la torera, y terminando el gesto con una suave caricia sobre su mejilla- al unísono nos hemos ilusionado; creo que nos encontramos porque mutuamente nos estuvimos haciendo falta. Desde la primera vez que hablamos, en aquel preciso instante, se me desgarró el alma; al enterarme, por tu propia boca, de los trances que en tu vida has pasado.
Sentí, en aquel instante, la necesidad de mi alma por ayudarte, claro que, la locura total fue proponerte lo de la alternativa; estabas muy triste y pensé que dicha ilusión te llenaría de gozo; pero no supuse nunca que aceptarías y, al decirme “Sí, quiero” ahí me venciste por completo.
Fíjate que, tras todo lo que he vivido en Colombia, ya quería irme; son muchos meses sin ver a mi madre y casi no lo podía resistir; hasta había pensado anular la corrida de Bogotá para marcharme. Pero tú has logrado que cambie todos mis planes. Me siento conmovido a tu lado. Estoy seguro que Dios nos tiene reservado algo muy bello para vivir, luego de este encuentro. |