E llos no tenían prisa. Estaban viviendo la noche más bella en su existencia. Por vez primera, Ingrid y El Mago disfrutaban del más apasionado amor; eran, un hombre y una mujer enamorados que, daban rienda suelta a sus ilusiones y poseídos por el mayor desenfreno, sentían algo tan bello y único, como jamás antes habían sentido.
Tras tantos años deambulando por el mundo, ambos estaban gozando de algo increíble, mágico y simple, como es el sexo rociado de amor. La vida los estaba premiando.
En realidad, ambos, por miles de razones, tenían derecho a recibir este premio. Era mucho el dolor sufrido hasta este momento en sus respectivas vivencias; y ahora, tanto uno como el otro, en esta inolvidable noche saciaban toda su sed de amor. No pretendían orgasmos alocados; lo que sentían tenía mucho que ver con el sentir de sus almas y, los orgasmos gozados, se tornaron entonces sublimes, porque eran fruto del más sincero y apasionado amor, que pueden manifestar juntos, el cuerpo y el alma.
Ingrid y El Mago consumieron al calor de la noche toda su resina; y, lo disfrutaron con locura desmedida; inertes quedaron ya en las altas horas de la madrugada. Nada importaba. En aquellos momentos, ambos comprendieron que todo les sobraba; porque habían descubierto una forma de vivir y de amar, en la que sencillamente, bastaba con tenerse, el uno al otro. Exhaustos de placer, se miraban con ternura.
Ambos se sentían los seres humanos más dichosos del mundo. Se acariciaban con infinita delicadeza; Ingrid ponía las manos sobre el pecho del Mago; y, él besaba sus labios con una suavidad increíble; convirtiendo todo en pura caricia entre ambos.
Se detuvo el tiempo, porque éste quería ser espectador de tan bella noche de amor.
El Mago acariciaba los bellos muslos de Ingrid mientras ella se estremecía nuevamente, ante su contacto. Mucho amor contenido, anidada dentro de aquellos dos seres que, sometidos a examen - como habían sido - tantas veces por el destino; ahora, por vez primera entendían lo que era la verdadera felicidad, la que ellos habían sido capaces de construirse para deleite de ambos.
Ingrid estaba exultante y feliz; y, el Mago rezumaba dicha por todos los poros de su piel. Su magia era tanta que, juntos y desnudos, hasta tenían la sensación de haber vivido toda una vida así. Se acabó el rubor entre ellos; y, ahora hasta se miraban con esa ternura desmedida que tanto les alimentaba el alma.
Cuando existe amor, todo es posible. Ambos sentían que habían saciado el deseo de sus cuerpos pero, basado en los más claros y puros sentimientos de sus almas; su cómoda permanencia así, desnudos, certificaba todo el amor que se profesaban.
Antes de quedarse dormidos, Ingrid susurró unas dulces palabras al oído del Mago. Dijo: -Rodolfo, quiero dormirme acurrucada entre tus brazos. Ha sido sin duda, la noche más feliz de mi existencia. Me siento plena con tu amor, y, con tu vida toda; eres mago hasta para hacer el amor. Si pretendías que gozara como nunca en la vida, lo has logrado por completo. ¡Gracias mi cielo!, porque a tu lado he sentido, por vez primera en mi vida toda la belleza del sexo, como cuando se está enamorada del hombre al que amas, como es mi caso contigo.
Me has hecho muy feliz; y, no quiero nada más, mi vida; nada me importa, salvo estar contigo. Ni siquiera cumplir este sueño mío de mi alternativa; tras estar contigo como estoy ahora aquí, en esta noche, todo lo demás me sobra. Por muy emocionante que pueda resultarme jugarme la vida, nada se podrá comparar con todo lo que he sentido hoy aquí, contigo.
-Y con un dedo sobre los labios del Mago, terminó diciendo – no hagamos planes, Rodolfo; dejemos que fluya la vida, vivamos sencillamente, este bello presente, que tanta dicha nos da. -Ingrid de mi alma –dijo El Mago - si tú dices haber estado feliz a mi lado, imagina entonces mi dicha. Todo ha sido un bello milagro que aún me cuesta creer. Hasta fíjate, que tengo ante mí tu bello cuerpo desnudo y creo que estoy soñando. He comprobado que hay mucha ternura dentro de tu ser; eres una bellísima mujer y me has saciado por completo. Pase lo que pase en nuestras vidas, amor, esta noche no la olvidaré jamás; y le pido a Dios que nos otorgue la gracia para que nuestro amor sea eterno y, que jamás te alejes de mí porque no podría entender mi vida sin ti.
He tocado el cielo con mis manos, Ingrid; hoy, por vez primera he comprendido que, pese a mi azarosa vida, tras conocerte, todo ha merecido la pena. Yo amor, sumido en la vorágine de las peores desdichas, casi quizás tanto como tú, siento que hemos tenido que conocernos para amarnos y ser los más dichosos del mundo el uno junto al otro.
Junto a ti, amor, en esta mágica noche, he sabido de una vez y para siempre lo que significa que “el amor nos haga”; nunca antes lo había sentido así.
Me has arrebatado por completo. Estoy flotando por causa de todo este amor que me das y que siento por ti. Me elevaste hacia esta hermosa nube encantada; de la que, por favor, te pido Ingrid, no me dejes bajar jamás, porque te lo juro, que aquí me siento un poquito más cerca de Dios. |