F altaban pocos días para el acontecimiento de la temporada colombiana y, El Mago e Ingrid saboreaban a diario la admiración que todo el mundo les mostraba. Ya se había decidido la fecha y el cartel: “Toros de Ernesto Gutiérrez para Rodolfo Martín El Mago, Diego González y la alternativa de Morenita de Bogotá”.
En la capital andina ya se palpaba un gran ambiente de fiesta; en Cali, dicho acontecimiento se había publicitado por toda la ciudad. Los medios de comunicación no hablaban de otra cosa; expectación, la tenían toda. Todo hacía presagiar que el evento sería el acontecimiento taurino del año.
Los protagonistas llegarían a Bogotá dentro de pocas fechas. Arribarían con varios días de antelación al evento porque había que compartir con todos los medios de comunicación para mostrarles las sensaciones que ambos sentían al efecto. Todo un suceso, que apenas, ellos daban crédito. Como el Mago confesara, el día que le ofreció a Ingrid darle la alternativa, ese día lo vino Dios a ver. Las pruebas así lo demostraban.
Morenita de Bogotá, que hasta hace pocas fechas era una auténtica desconocida, gracias a la gestión y ofrecimiento del diestro mexicano, pasó a ser una “estrella” para los medios informativos. Ella no daba crédito a lo que le estaba sucediendo; le costaba mucho entender aquella situación. Era la misma mujer que, dos meses atrás, pasaba todo tipo de penurias y, lo que es peor, nadie reparaba en ella. Como quiera que el destino siga siendo caprichoso, al final le llegó a Ingrid su oportunidad para gozar y hacer realidad su sueño y, como se comprobaba, para disfrutar de una popularidad y admiración que nunca antes había sentido.
Hasta El Mago se sorprendía ante sí mismo porque, como sabemos, por momentos, hasta había pensado anular la corrida bogotana para marcharse a México donde los suyos lo esperaban. Pero vino Ingrid a cruzarse en su camino para que cambiara por completo el designio de su vida; pero en todos los sentidos. Torearía en Bogotá para darle la alternativa a Ingrid y, lo que es mejor, a sabiendas de que doctoraría en tauromaquia a la mujer que tanto amaba.
Ese mismo día era requerida Ingrid en Radio Caracol, la prestigiosa emisora colombiana. Todo el mundo quería entrevistarse con ella; era, claro, el centro de atención del universo taurino. Nunca antes se había dado cita en Colombia un espectáculo como el anunciado en Bogotá. Había muchos “ingredientes” que hacían del espectáculo citado, un evento admirable. Hernán Zapata entrevistaba a la torera en directo.
-Ingrid: ¿Cómo se siente tras haber luchado toda la vida y, ahora, con perdón, en el otoño dorado de su existencia, comprueba que hará realidad el sueño que la alimentó durante toda su existencia?
- Feliz. Muy dichosa. Se ha producido un milagro en mi vida y, gracias al Mago, se cumplirá mi sueño. Estoy muy contenta y no paro de darle gracias a Dios. Tras tantos años viviendo en el ostracismo y en la oscuridad, no podía imaginar jamás que el destino pudiera reservarme una sorpresa tan agradable.
-Como sabemos, en su juventud, usted mató más de cien corridas de novillos pero, a su edad y tener que enfrentarse a un toro, ¿no le parece un riesgo desmedido?.
-Por supuesto que no. Mire usted, ayer maté, digamos que toree un toro en la finca de Ernesto Gutiérrez, que por cierto lo indultamos, y me sentí pletórica; venía muy entrenada junto a mi padrino y me sentí muy a gusto; ni me pesaron los años ni la falta de actividad. El mayor riesgo de mi vida ha sido siempre convivir con el taurinismo y, como decimos los toreros, en muchas ocasiones, el más honrado es el toro y, si sale como el de ayer, la gloria no puede ser mayor.
-Todos los medios de comunicación hablamos de usted al respecto de su tardía alternativa. ¿Cómo se produjo esa simbiosis de coincidencias para que lo que usted llama un milagro, pudiera llevarse a efecto?.
-Se lo debo todo al Mago. Conocedora de su historia y sabiendas de que se encontraba junto a nosotros, un día se me ocurrió ir a saludarlo y, desde aquel momento cambió el curso de mi vida. Le conté muchos pasajes de mi vida y, Rodolfo se estremeció; nos hicimos amigos y, me veía tan decidida por lograr mi ilusión por convertirme en matadora de toros que, de repente, me ofreció esa posibilidad y, mientras viva le estaré agradecida. En aquel momento sentí su amistad, su apoyo su ternura, su comprensión hacia mi ser y un respeto que jamás antes había sentido por parte de un hombre. El Mago tenía apalabrada esta corrida en Bogotá, aunque él, después de su éxito aquí en Cali, hasta perdió la ilusión por llevar a cabo dicha actuación. Él sentía añoranza por los suyos y, hasta había decidido marcharse a su México natal. Quiso el destino que nos encontrásemos y, aquí me tiene usted. |