A brí “El túnel” de Sábato y esa primera página me cacheteó.
Hacía muchos años que me sentía metida en un túnel, el túnel de la vida. Pero no era así, el túnel era solo mío.
Vivir en el sitio equivocado, esta vida que nunca combinó conmigo. La gente para un lado y yo para el otro. Mis hijos dicen que veo cosas que ellos no ven, los creo ciegos…me creen loca. Muchas veces quise salir corriendo, pero mi cobardía lo impidió, la responsabilidad como excusa: No puedo dejar a mamá, que será de mi hermana, mis hijos no tienen a nadie más…excusas, excusas baratas.
Ya todos se han ido y yo sigo acá inventando excusas.
De qué me estoy agarrando? De mi cama, de mis libros, me agarro de las cosas para no ir a dónde quiero estar?
No me gusta lo que estoy viendo, lo que estoy miranda….lo que estoy sintiendo.
Miedo a llegar y que todo haya cambiado, seguro que fue así.
Al final termino creyendo que le temo a la felicidad, que estoy acostumbrada a tener problemas, y resolver problemas. Se supone que nací para eso. Mis padres, venidos de España, tuvieron la brillante idea de tenerme para que les facilitaran los documentos.
Pues bien, con resolución, me dedico a conseguir algunas cosas sin llegar a mucho, un muy pequeño negocio, un auto de segunda, pero que solamente eran alimento para mi ego, la fulana felicidad no se dejaba ver.
Dios mío, ¿qué me pasa?
Gente que quiere que haga mi vida a su gusto…y yo me pregunto, ¿por qué alguien puede pretender que otro haga la vida a su gusto? ¿Por qué no se compran una vida propia?
Medio mundo queriendo que yo haga algo por ellos. ¿Por qué no se compran una vida propia?
Medio mundo queriendo que yo haga algo por ellos. ¿Y a mí cuando me toca?
Mi cabeza ya no aguantó más y explotó. Si, explotó. Vi una especie de relámpago con mi ojo derecho. Luego me di cuenta que mi pierna y mano derecha estaban algo torpes, pero en dos días todo estaba normal, a excepción que me dolió la cabeza por un año, un año entero con dolor de cabeza. Fue como decimos nosotros: una desgracia con suerte. Tuve mucho miedo, tanto que me quede así, siempre tengo miedo. Miedo al fracaso, miedo al triunfo, miedo de lo malo pero también de lo bueno. Nunca pensé que tendría que tomar medicinas para dejar de sentir miedo.
Comprendí que el cerebro es más importante y más incomprensible de lo que yo creía.
Y ahora… pues ahora no voy a hacer nada porque alguien quiera, voy a tener que querer!
Entonces todo el mundo desapareció, todos se fueron. Si alguien se quedó es porque depende de mí.
Ha habido muchos cambios, pero todo sigue igual. No consigo entender qué pasa que ande lo que ande, siempre estoy en el mismo sitio. Extraña, desubicada, siempre harina de otro costal.
Todos los días lucho por sentirme en el lugar apropiado, en el momento adecuado pero no. Abro mi viejo libro de poesías, escritas tan lejos en la distancia y en el tiempo. En el encontré palabras que hacía más de 35 años que no escuchaba, que despertaron una familiaridad, un apego, me hicieron sentir como cuanto uno tiene frío y te dan una frazada calentita y un mate.
Tuvieron que pasar 35 años y conseguir este libro para darme cuenta de cuál era el remedio a todos mis males.
Descubrí por fin cual es el lugar donde voy a estar bien, y no hablo de economía, digo bien como persona. El sitio de donde nunca debí salir, porque, como dice la canción “desahuciado está el que tiene que marchar para vivir una cultura diferente”
Salí de mi querida Argentina a la edad de 15 años de la mano de mis padres, papá se quedó acá para siempre, falleció hace muchos años, pero yo aún lo lloro. ¡Cuánta falta me hace!
Y hoy a los 50, escuchando la música de mi querida Mercedes, de mi adorado Facundo y otros que como ellos, son el hilo de plata que me une a mi tierra, descubrí que soy capaz de volver a escribir, que soy capaz de materializar sentimientos que ya pensaba desaparecidos para siempre.
Esto ya está solucionado, ¡tratando de escribir esto lo descubrí! ¡Argentina, necesito volver! |