Plumas invitadas
Las fábulas de Pla Ventura
Entre lo Divino y lo Pagano
Frases célebres
Noticias
videos de Facundo Cabral
 
 
Autor: Pla Ventura
24/05/2019
HÁBLAME DE SILVETI

E

ra la noche previa a la actuación del gran Facundo Cabral en Ibi. Estábamos cenando hablando de lo divino y de lo humano, concretamente un 29 de abril de 2006 puesto que, al día siguiente, como barruntábamos, Cabral lograría un éxito sin precedentes en nuestra ciudad con su concierto TERRIBLEMENTE SOLO, MARAVILLOSAMENTE LIBRE.

La charla después de la cena discurría dentro de los parámetros lógicos de cuando uno conversa con un cantor de la talla de Cabral puesto que, habíamos hablado de sus mejores amigos, de los cuales yo le pregunté mil cosas al respecto. Facundo me habló de José Alfredo Jiménez, de La Madre Teresa, de Atahualpa, de Jorge Luís Borges, de Octavio Paz y de tantos cantores y literatos que le habían obsequiado con su amistad; todo un privilegio para mi humilde ser.


La inenarrable torería de David Silveti

En aquella fecha yo ya llevaba doce años cultivando la amistad con Facundo Cabral y, sinceramente, en tantos años habíamos hablado  muchísimas horas y, sin duda, de todos los temas que tenían que ver con la propia vida.En los jardines de aquel hotel, Cabral prende un cigarrillo, me invita al respecto y, sin mediar más palabras, de repente me dice:

“Oye Pla, tú qué sabes de toros más que nadie, por favor, háblame de David Silveti”

Quedé atónito porque no esperaba la pregunta, ni siquiera el tema. Jamás podía sospechar que en una reunión en la que estábamos rindiendo culto al mejor cantor argentino, que éste se pronunciara de la forma que lo hizo; es más, no le encontraba sentido a la pregunta ni venía a cuento.“Maestro –le dije- ¿por qué quiere usted que le hable de Silveti si David era mexicano y apenas le vi un par de veces en España?”“Porque tú sabes de toros más que nadie, por tanto, te ruego me hagas una exposición de tan carismático torero del que debo de confesarte que pude verle una vez en Guadalajara, Jalisco, en la única vez que he estado en los toros en México”Se me saltaba el corazón del pecho porque ante un hombre como Facundo Cabral ya no podía cometer el más mínimo error; ya se sabe, no hay enemigo pequeño. Es decir, dada la profesión de Cabral, sus amistades, su lugar de nacimiento y mil cosas más, cualquiera podría pensar que Cabral no tenía la más mínima idea de toros. Pero esa idea nunca se posó en mi corazón a sabiendas de que estaba frente a un sabio de la vida, un hombre que entre otras muchas cosas bañó leprosos junto a La Madre Teresa, un argumento de mucho peso como para pensar que Cabral era un neófito en la materia taurina; y quizás lo era, pero yo no me atreví a pasar por encimita el tema o asunto que el cantor me había pedido.Alzó la copa Cabral, brindamos todos juntos por habernos encontrado y, mirándome fijamente me dijo:

“Adelante, cuándo quieras”


David Silveti saboreando el triunfo en La México

-Le contaré, maestro, lo que mi corazón me indique al respecto. Mientras tanto, Cabral me miraba fijamente pensando incluso que eludiría el tema, pero muy bien sabía él que jamás le defraudaría. Ahí voy, maestro.

“A Silveti le conocí en España cuando confirmó su alternativa en Madrid, razón por la que a partir de aquel momento me empezó a subyugar su toreo al que pude ver en muchísimas ocasiones gracias a la televisión en sus actuaciones mexicanas. Era un hombre culto, de convicciones religiosas muy arraigadas, ferviente devoto de la Virgen de Guadalupe y por encima de todo un torero irrepetible; un diestro con una personalidad arrebatadora que, tras hacer el paseíllo ya era largamente ovacionado.

Pudo haber sido el torero más grande de México de todos los tiempos pero, señor Cabral, la fortuna no quiso aliarse con el diestro de Guanajuato en lo que a los percances se refiere; fue durísimamente castigado, no ya en cornadas, en percances óseos que es todavía mucho más grave. Deje que le cuente que David Silveti pasó treinta y ocho veces por los quirófanos del mundo, todo con la bendita ilusión de volver a torear, cosa que de forma milagrosa pudo hacer. Es cierto que estuvo más de tres años inactivo, razón por la que la torería de México ya le daba como “muerto” en aquellos años.


Dos genios que ya son leyenda

Volvió a los ruedos y le sobró tiempo para torear más de quinientas corridas de toros en las que forjó su leyenda para que, ahora, tras su muerte, todavía estemos hablando de él. Silveti no era un torero al uso; era carismático, genial, único, irrepetible puesto que nadie logró emularle. En La México, maestro Cabral, Silveti firmó faenas inolvidables que, como usted debe de saber, tienen que ser culminadas con el estoque, su punto débil y la razón por la que perdió enormes triunfos en dicha plaza y en todos los estados.

Aconsejado por los médicos de que no debería de torear, hace tres años, en el 2003, la empresa de la México le ofreció torear dos corridas de nuevo, las que aceptó con todos los honores el diestro de Guanajuato, a sabiendas de que todos le daban por acabado por razones de salud. No existían barreras insalvables para David Silveti puesto que habiendo sufrido más que Cristo en la Cruz con sus lesiones, no dudó en aceptar y, sin pretenderlo, o quizás con esa idea, en dichas tardes se inmortalizó para siempre.

Como casi siempre sucediera, maestro Cabral, Silveti no redondeó nada cuando de éxito final hablamos, pero si conquistó a La México una vez más puesto que, aquel año 2003 Silveti firmó en su plaza los muletazos más bellos que jamás aficionado alguno pudiéramos soñar. Todavía, pasado el tiempo, cuando veo aquellos videos de sus actuaciones, mis ojos se empañan de lágrimas puesto que su arte todavía vive dentro de mi corazón.

Al final, maestro Cabral, decepcionado por el diagnóstico que habían emitido los médicos de que Silveti no podía torear, ese mismo año el diestro de Guanajuato decidió poner fin a su vida, justamente a la que ya no le encontraba sentido puesto que, como el mundo sabía, a David Silveti lo mantuvo vivo el arte y si éste no podía ser posible en sus manos y sentidos, ¿qué razón tenía el diestro para seguir vivo? ¡Ninguna!”

Tras mi disertación Cabral esbozó una sonrisa de complicidad, me abrazó y me dijo:

“Ya sabía yo que tú me sacarías de todas las dudas que yo tenía sobre David Silveti el que, como te dije, pude ver aquella tarde en Guadalajara y siendo un neófito como soy, me conmovió. Gracias, amigo Pla. Ya sé que puedo contar contigo cada vez que quiera saber algo sobre cualquier torero.”

Y así terminó una cena que no olvidaré jamás. Ahora, tanto Cabral como Silveti son pura leyenda ante la vida, pero sí puedo confesar que ambos vivirán eternamente dentro de mi corazón.

 
  Nombre
  Email
 
  Comentario
 
INSERTE EL CÓDIGO para activar su opinión
CAPTCHA Image
código:     ((Pincha si no puedes leer el código))

 
consulta y respeta las normas de uso